domingo, 22 de noviembre de 2009

Un enfermo en las nubes

A finales del mes pasado estuve en el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz viendo la representación de El enfermo imaginario, de Molière, a cargo de la compañía de Teatro “El carromato”. Entonces pensé dedicarle una entrada del blog, pero desconfiaba de mi capacidad verbal para dar cuenta de una de las cosas que más me entusiamó: la escenografía. Hoy me han pasado algunas fotos de ese día y me decido a hablar de ello.
No quiero dejar de señalar la formidable actuación de Javi Palacios, en el papel de Argán, el enfermo imaginario, que, sin embargo, no eclipsó a la de sus compañeros de reparto, también excepcionales en sus diferentes registros. Junto al vestuario, las luces y el sonido, contribuyó a que el tiempo de la representación volara, como la mente del propio Argán.
Pero venía a hablar de la escenografía. La utilización del espacio me pareció certera. Sólamente una cama, con baldaquino, llenaba la escena. Sobre ella, el protagonista se movía a sus anchas, utilizando tanto la parte correspondiente al colchón como la parte alta, sobre el dosel, lugar de intimidad donde se situaba tanto el escritorio como el retrete del enfermo imaginario. Se puede decir que apenas pisó el suelo durante el tiempo que duró la obra, pero es que en realidad ningún actor lo hizo. Todos ellos utilizaban zancos, que variaban en altura según el grado de importancia que tenía cada personaje para Argán, que de esta manera no sólo imaginaba sus enfermedades, sino que recreaba el entorno a su antojo. Además, la elevación de los personajes cumplía perfectamente la función de posibilitar la interrelación entre el enfermo, literalmente (nunca mejor dicho) en las nubes, y el resto de personajes.



Por todo ello, quiero dar mi enhorabuena a todos los que forman esta compañía de teatro y les deseo muchos éxitos.

4 comentarios:

  1. Buenas noches, Quique. Por fin actualizas, que ya te tocaba;) Feliz cumpleaños, en primer lugar. En cuanto a tu reflexión, debo decir que mis experiencias respecto al teatro de Molière no han resultado tan satisfactorias como a mí me habría gustado que fueran. En dos ocasiones, y por mediación de la compañía Viento Sur, que tiene su sede en el Corral de Comedias de Triana, he presenciado sendas representaciones de El Avaro y El enfermo imaginario. Ninguna de las dos me convenció, y creo que fue a causa del género dramático en cuestión: del mismo modo que, en poesía, el subgénero de la sátira nunca ha podido ser apreciado por mi sensibilidad lectora (el soneto a la nariz de Quevedo, y poco más), así tampoco he logrado captar la gracia de la comedia en teatro. Creo que me identifico más con el drama y la tragedia. Los asuntos serios me llaman más la atención. Al menos, eso es lo que ha ocurrido hasta el momento. Me gustaría mucho, no obstante, que mi sensibilidad ampliara su abanico de percepciones para dar cabida a lo cómico que, al fin y al cabo, también puede realizar una función catártica. Y, también, porque hay que saber reírse de vez en cuando, que para llorar siempre hay tiempo y ocasiones.

    Un abrazo, Quique

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  2. Gracias por la felicitación, Rafa.
    Cada uno tiene preferencia por un género o sobgénero determinado, pero no me negarás que, aunque te identifiques menos con él, un poema satírico bien hecho siempre será mejor que un poema elegíaco mediocre y una buena comedia valdrá más que una mala tragedia.
    Pues en este caso, seguro que esta representación de El enfermo imaginario te gustaba más que una mala puesta en escena de, por ejemplo, El Castigo sin venganza. O no.
    No quiero decir que la causa de que no te gustaran esas dos obras de Molière fuera que la representación no estuviera a la altura (ni siquiera las vi), sólo que es un condicionante muy a tener en cuenta.
    Otro abrazo para ti.

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  3. Una de mis primeras clases en la Escuela de Arquitectura me la impartió un arquitecto invitado que se dedicaba precisamente a la escenografía.
    Por aquel entonces, mi inocente mente de aspirante a arquitecto no entendía como un arquitecto podía dedicarse a la escenografía.
    Conforme han pasado los años y he ampliado (algo) mi cultura arquitectónica, me he dado cuenta de lo interesante que puede llegar a ser la escenografía.

    Supongo que tener a Antonio Sáseta como profesor ha influido algo en mi visión del teatro.

    Un saludo y felicidades atrasadas.

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  4. Gracias, Javi. Me alegro de que disfrutaras de las enseñanzas de tu profesor. Un abrazo.

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