Quedan dos semanas para la Maratón de Sevilla. ¿O debería decir que la Maratón comienza en el momento en que uno se empieza a preparar para ella y que esos 42,195 km. son sólo la guinda del pastel? Creo que el planteamiento tampoco es correcto. Por poner un ejemplo que me es cercano, en las últimas oposiciones a las que me presenté, un amigo me preguntaba por el tiempo que le había dedicado a prepararlas. Contesté, seguro de ello, que unos 24 años. Hoy no me cabe duda de que mi respuesta fue algo exagerada, pero no es menos cierto que todo lo que uno aprende durante su vida está presente en cierto grado en una oposición, y que, cuando uno apenas la ha preparado específicamente, ese grado es aún mayor.
Más allá de esta circunstancia, en absoluto despreciable, diré que empecé a correr esta edición de la Maratón de Sevilla allá por el pasado octubre. Desde entonces más de 500 kilómetros han curtido mis músculos y articulaciones y días de lluvia y viento han moldeado mi voluntad, algo menos importante que las piernas en otras carreras, pero no en una maratón.
Ahora que quedan sólo dos semanas para la cita, el monstruo ya impone. Por eso, aunque pensaba hablar hoy de las dos últimas carreras en las que he participado -la Media Maratón de la Cal y el Olivo y la Media Maratón de Alcalá de Guadaíra-, sólo diré que quedan dos semanas de disfrute antes de que en la pista del Estadio me vuelva a demorar para saborear cada una de las últimas pisadas de esta prueba, que ejerce una atracción ineluctable.