miércoles, 24 de febrero de 2010

XXVI Maratón Ciudad de Sevilla

Más de una semana después puedo recordar las emociones de cada uno de los kilómetros de la maratón. A pesar del frío de ese día, decido correr con calzonas y camiseta de tirantas. Para los primeros kilómetros llevo unos guantes de plástico, esos de la gasolinera o de la frutería. Los tiro en el primer avituallamiento. Más tarde, en el kilómetro 18, con la brisa del norte en la cara, en la desangelada avenida de Kansas City, los echo de menos, tengo las manos congeladas.

Ya he dicho por aquí que al día siguiente tenía una cita importante, así que desde la salida desecho la idea de acercarme a las 3h.50 y me conformo con bajar de 4 horas y, sobre todo, con disfrutar de los últimos kilómetros, con completar la maratón sin sufrir –entiéndase el oxímoron-. Los primeros kilómetros llegan puntuales. Hasta el 18 voy en un buen grupo, con algunos corredores que conozco del foro de El atleta. Mantengo el ritmo hasta el 20, donde me espera Miguel, dispuesto a acompañarme hasta meta. La media maratón la paso en 2 horas, prácticamente igual que el año pasado, cuando me fui a 4h.12. Los siguientes kilómetros los hacemos rápido y en el 25 me empiezo a notar las piernas pesadas. Ver el campo del Sevilla no puede traer nada bueno, pero lo peor es que recuerdo que el año pasado iba mucho mejor a estas alturas. No está bien pensar en esto, en una maratón las comparaciones son especialmente odiosas. Achaco las malas sensaciones al frío (4 grados) o al exceso de palique de los primeros kilómetros. En este momento el apoyo de mi familia es especialmente importante. Tere está en el 27 y el 30. Mi padre casi ha hecho media maratón para verme en distintos puntos de la carrera.

Así las cosas, entre el empeño de Miguel por no hacer los kilómetros por encima de 5:40 y mis recelos, que me hacen guardar fuerzas para el final y no hacerlos por debajo, llevamos un ritmo constante. Guardar, guardar y guardar es la consigna. Al paso por el 32 una agradable sorpresa. Manu nos espera para hacer los últimos 10 kilómetros con nosotros. Gracias a mis dos liebres, a sus palabras de ánimo, consigo mantener el ritmo. En el 38 toca sufrir, miro el reloj a cada momento y veo que los minutos no pasan. Pero el ritmo se mantiene. Hay opciones de bajar de cuatro horas y eso me sirve de motivación. En el último avituallamiento, el del 40, que el año pasado pasé andando, no cojo nada. Aún tengo fuerzas para aumentar el ritmo en el 41 y entro pletórico al Estadio, disfrutando de la carrera que he hecho. Ya en la pista, busco el cronómetro de meta y veo que el tiempo oficial pasa de las 4 horas por algunos segundos. Con el objetivo de bajar de 4 horas sin cumplir, sólo me queda disfrutar de los últimos metros. Aflojo para esperar a Miguel, que se ha quedado unos metros rezagado y saboreo la gloria, que no entiende de cronómetros.

Se podrían decir muchas más cosas, pero baste la foto de entrada en meta.



sábado, 20 de febrero de 2010

Educando a los hombres de mañana

La semana pasada, viendo (en la tele) la gran final del Falla, oía este pasodoble. Aunque con retraso -ya doña Cuaresma se impuso a don Carnal- os lo dejo por aquí, que bien lo merece. Y de paso, tomo prestada una nueva etiqueta.

martes, 16 de febrero de 2010

Consecuencias de la maratón

Quería escribir sobre la mítica distancia, pero ando bastante ajetreado, así que sólo diré por ahora que la próxima vez que busque trabajo no iré a la cola del paro, mejor me apunto a una maratón. El año pasado, 3 días antes de mi primera maratón empecé a trabajar; este año empiezo 3 días después de la segunda.

Si alguien duda de la relación entre la maratón y el empleo, también diré que esta mañana, en la entrevista de trabajo, esgrimí que mis movimientos ortopédicos se debían a la carrera del día anterior, lo cual era prueba irrefutable de mi amor por el deporte. Esta tarde me han confirmado que el miércoles empiezo a cubrir la baja de un profe de Lengua que también da algunas clases de Educación Física para completar horario.

miércoles, 10 de febrero de 2010

La papelera

Estamos en el tiempo del reciclaje. El cambio climático nos obliga a ser el sujeto de la acción, la tasa de paro a ser también el objeto. El poeta, que no es ajeno a la gravitación del reciclaje, rechaza fácilmente borradores que nunca gustaron. Le duele más reciclar aquel poema tan seductor que, en un momento de lucidez, descubre inoperante.

martes, 9 de febrero de 2010

Temas para un poema

¿Cuáles son los temas apropiados para la poesía? ¿Sólo se puede poetizar lo que se anhela o lo que se ha perdido? ¿O también lo que se disfruta en este preciso instante?

Filóloga errante me instó a que pusiera en el blog más poemas de Borges, así que ahí va éste. Además de aparecer algunos posibles temas, los tiempos verbales -"haber mirado" y "haber sentido"- remiten al pasado:

El Sur

Desde uno de tus patios haber mirado
las antiguas estrellas,
desde el banco de sombra haber mirado
esas luces dispersas,
que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar
ni a ordenar en constelaciones,
haber sentido el círculo del agua
en el secreto aljibe,
el olor del jazmín y la madreselva,
el silencio del pájaro dormido,
el arco del zaguán, la humedad
-esas cosas, acaso, son el poema.

(Jorge Luis Borges, en Fervor de Buenos Aires)