En mi casa, la pereza de quitar el Belén se esconde tras la tradición de mantenerlo puesto hasta el primer domingo después de Reyes.
Sin embargo, a pesar de este último resquicio, parece que ya se fue la Navidad: las luces de colores y las guirnaldas de los escaparates se han cambiado por grandes carteles que anuncian rebajas en virtud de otra tradición bien distinta.
De esta forma, la sociedad mantiene por unos días el impulso consumista y el fin de las fiestas se hace más llevadero. Tradición que sí que parece quedar atrás -Feliz Borabor aparte- parece ser la de organizar ciertas reuniones a las que uno no tiene ganas de ir.
Hoy, al abrir al azar El libro de la almohada de Sei Shonagon leo esto:
Cosas que están lejos aunque estén cerca.
Fiestas que se celebran cerca del Palacio.
Relaciones entre hermanos, hermanas, y otros miembros de la familia que no se quieren.
El camino zigzagueante que lleva al templo de Kurama.El último día del Duodécimo Mes, y el primero del Primer Mes.
Entiéndase "el camino zigzagueante que lleva al templo de Kurama" como la cola de coches que se forma en Navidad para llegar a cualquier centro comercial, más aún en una Navidad lluviosa.
ResponderEliminarTranquilo que dicen que "no hay mal que cien años dure"
ResponderEliminarAsí es, Maile. Ojalá poco a poco se vaya cambiando cierta forma de entender la Navidad.
ResponderEliminarQué me vas a contar de las reuniones a las que no se tienen ganas de asistir...
ResponderEliminarEn fin, ¿de dónde ha sacado usted ese libro de Sei Shonagon?
Me tienes muy sorprendida con la literatura japonesa...
Besos.
Querida Speranza, es todo un clásico de la literatura japonesa, del siglo X. He llegado a él a través de David y la verdad es que tiene muy buena pinta. Está en edición de bolsillo, en Alianza, traducido por un tal Borges.
ResponderEliminarBesos también para ti.
Querido em10 :
ResponderEliminarEl camino zigzagueante puede expresar así mismo los modos en que te encuentras con gente a la que usualmente no ves, y con la que a pesar de todo te entiendes bien, aunque sólo sea por unas horas al año.
Con respecto al libro, ese tal Borges debe ser, efectivamente, un Borges desconocido. Que yo sepa, el Borges usual nunca conoció el japonés, ni siquiera para leerlo. Las lenguas que pudo dominar para traducir serían inglés, francés, alemán, italiano y acaso el islandés, que aprendió cuando estaba ciego (si la memoria no me falla). ¿No será que simplemente ha prologado el libro?
Me alegra mucho la visita de un borgiano como tú, querido Olegario. Ojalá nos encontremos pronto en algún camino zigzagueante.
ResponderEliminarEfectivamente son esas que nombras las lenguas que conocía Borges. Si acaso, habría que añadir el latín, que estudió durante varios años cuando era joven. La memoria, como al Borges usual, no te falla.
Sobre el libro, en la portada pone "selección y traducción de Jorge Luis Borges y Maria Kodama". Ella es de ascendencia japonesa, auqnue no sé si hablaba el japonés. Si fuera así, ella sería el nexo entre el texto original y Borges. Otra opción es que se trate de una traducción a partir de la versión en otro idioma, posiblemente en inglés.
Ciertamente no lo sé, pero en cualquiera de los dos casos, por lo poco que he leído de este librito, creo que es evidente la mano de Borges en la versión castellana.
Ayayayay, canalla, que organizáis tertulias y no me avisáis! Muy mal, eh! Quiero que me tengáis al tanto de estas cosas, que yo quiero participar!
ResponderEliminarEn cuanto a esta entrada, yo he sido uno de los que les están sacando partido a las rebajas, que me han permitido prácticamente renovar mi obsoleto vestuario (camisas, pantalones, zapatos...).
Un abrazo, bribónnn!;) Y mucho Borges!
Como ves, Rafa, Borges es mucho Borges, está en todas partes.
ResponderEliminarTambién tus oídos, por lo que veo, lo están. No creo, de todas formas, que llegara a tertulia, dejémoslo en tertuliíta.
Otro abrazo para ti.
Lo que está lejos aunque parezca cerca es casi todo lo que nos hace felices, Quique.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
A mí me hace feliz tu visita, Hojas de roble. Otro abrazo, amigo.
ResponderEliminarEn mi blog tendré que hablar alguna vez de "Cosas que están cerca aunque estén lejos", que tantas y tan importantes son. Menos mal que existe internet...
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con nuestro amigo Olegario en la imagen del camino zigzagueante. Espero que los nuestros se crucen más a menudo, es una pena ver tan poco a la gente con la que tan bien te entiendes.
Perdóname, em10, lo parca en comentarios que soy últimamente. Ya te hablé del agobio postvacacional en el que me encuentro.
¡Muchos besos!
La lectura pendiente de Las mil y una noches
ResponderEliminarBesos
No hay nada que perdonar, Filóloga errante. Besos y ánimo contra los agobios.
ResponderEliminarTomo noto de esa lectura pendiente. Besos también para ti.